- Marco Licinio Craso: El hombre más rico de la Roma antigua y su trágico final
- Nacimiento y vida temprana
- El regreso a Roma
- Su buen ojo para los negocios
- Un aristócrata y con buena oratoria
- La revuelta de Espartaco
- El poder de la política y el trágico final
- Tabla de resumen del artículo
- Preguntas frecuentes
Marco Licinio Craso: El hombre más rico de la Roma antigua y su trágico final
Considerado en la actualidad como uno de los hombres más ricos de la historia, Marco Licinio Craso fue un noble romano que logró amasar una fortuna tan grande que se llegaba a decir, sin ningún ápice de ironía, que más de la mitad de Roma le pertenecía. Esta fortuna la hizo gracias a la astuta combinación de alianzas políticas y su talento innato para el comercio. ¿Acaso era un hábil hombre de negocios, incapaz de dejar pasar la más mínima oportunidad para generar ganancias? Pero no solo eso, este astuto romano también tenía grandes aspiraciones políticas. Él quería llegar a lo más alto del poder en Roma. Su relevancia en la historia de Occidente se debió al apoyo financiero y político que le prestó a un joven y endeudado Julio César y a su enfrentamiento con el rebelde esclavo Espartaco, cuya revuelta estuvo a punto de hacer tambalear a toda la República Romana. Sin la intervención de Craso, la historia sería muy distinta a como la conocemos.
Nacimiento y vida temprana
Marco Licinio Craso nació en el año 115 antes de Cristo, en el seno de una de las familias plebeyas más adineradas y respetadas de Roma. Fue el segundo hijo del entonces respetado senador Públio Licinio Craso. Desde niño, Craso ya demostraba tener gran talento para los negocios, al punto de sorprender tanto a jóvenes como a adultos. Si bien se le hacía muy fácil manejar operaciones comerciales, su oratoria no era tan cautivadora. Esta última habilidad era clave si quería llegar a ser un político de renombre, igual que su padre. La familia de Craso era adinerada pero no ostentosa. De hecho, su casa era modesta para una familia romana de su clase. Según el historiador Plutarco, la familia de Craso tenía una sola mesa entre ellos. Si bien el joven Marco Licinio pudo haber tenido una crianza frugal, su familia siempre disfrutó de una posición social envidiable. Su padre, en el año 97 antes de Cristo, ya había sido nombrado cónsul y solo cuatro años después, gracias a su victoria contra los lusitanos, sería honrado con un triunfo, que era el mayor honor militar dado en Roma. Sin embargo, las cosas no se mantendrían tranquilas para el joven Craso. Varios años pasaron y aunque habían finalizado las guerras sociales contra los itálicos, la situación seguía turbulenta en Roma. Se formaron dos bandos opuestos que buscaban el poder y el padre de Craso decidió prestar su apoyo a Lucio Cornelio Sila contra las fuerzas combinadas de Mario y Lucio Cornelio Cina. En el año 87 antes de Cristo, Mario logró hacerse con el control de la capital y tanto el padre como el hermano menor de Craso encontraron la muerte en circunstancias no muy claras. Algunas fuentes dicen que fueron asesinados y otras que se suicidaron. El hermano mayor ya había muerto muchos años atrás, poco antes de que iniciaran las guerras sociales. ¿Qué quedaba de Craso como el único hombre representante de su familia? Huida de Roma. Según narra el historiador Plutarco, Craso huyó a Hispalia antes de que Mario y Cina lograran atraparlo y asesinarlo. En Hispalia se supone que encontraría a los aliados de su difunto padre, pero al llegar a la provincia, las cosas se complicaron. Aún estando tan lejos de Roma, la gente seguía teniendo miedo de Cayo Mario, por lo que Craso tuvo más opción que refugiarse en una cueva mientras fuese peligroso dar la cara en público. Un antiguo amigo y aliado de su padre se encargaría de enviarle provisiones diarias. La cueva donde Craso se mantuvo escondido no estaba muy lejos del mar y no solo contaba con su propio manantial, sino también con numerosas fisuras naturales en la roca, lo que hacía que la luz del exterior entrara, de modo que durante el día, el lugar era bastante luminoso y confortable. Craso se mantuvo oculto por al menos ocho meses en esa cueva, esperando el mejor momento para meterse de lleno en la lucha política que se había tornado violenta. Mientras tanto, en Roma, Cayo Mario había muerto repentinamente, al parecer por causas naturales.
El regreso a Roma
Aunque Craso acaso había por fin salido de esa cueva, siguió recluido en Hispalia hasta el año 84 antes de Cristo. Durante el tiempo que estuvo por la zona, se encargó de reclutar a 2500 hombres por medio de los antiguos aliados de su padre. Craso no dudó en usar su pequeño ejército para extorsionar a las ciudades locales con el propósito de pagar su campaña militar. Después de la muerte de Cina en ese mismo año, como consecuencia de un motín militar, Craso decidió marchar con sus hombres hasta la provincia romana de África, donde unió fuerzas con Quinto Cecilio Metelo Pío, uno de los aliados más cercanos de Sila. Sin embargo, Craso y Metelo Pío no se entendían del todo y sus diferencias de opiniones hacían muy incómoda la estancia de Craso en África. Por lo que este no perdió mucho tiempo y decidió navegar con su ejército hacia Grecia. En territorio griego, se uniría finalmente al mismísimo Pompeyo para poner fin a las últimas resistencias marianas que quedaban. Durante la Batalla de Porta Collina en el año 82 antes de Cristo, Craso comandaba el flanco derecho del ejército de Pompeyo. La batalla no estaba saliendo bien para los civiles, sus soldados estaban siendo rechazados constantemente y el enemigo no retrocedía cuando estaba al borde del colapso. Sila ya estaba pensando en claudicar. No obstante, de forma inesperada, recibió la noticia de que Craso había logrado adentrarse en las filas enemigas y que casi no estaba encontrando resistencia del enemigo de su flanco hacia adelante. Craso estaba dispuesto a retirar a sus hombres para ayudar a Sila si era necesario, pero este último ordenó que mejor siguiera avanzando con sus hombres hacia el centro del enemigo. Así, Sila se aprovechó del éxito de Craso para fortalecer la determinación y moral de sus propias tropas. A la mañana siguiente, la batalla había por fin concluido, con Sila y Craso victoriosos. Los conflictos que siguieron después dieron comienzo a la rivalidad que nacería entre Pompeyo y Craso, ya que las tres regiones con las que contaba Pompeyo fueron esenciales en los esfuerzos de Sila por reconquistar Roma . Con ello, también se ganó ampliamente el favor de Sila y este le permitió casarse con su hijastra. Además, estando en Roma, fue recibido con un triunfo. Craso, a pesar de que se sentía eclipsado por Pompeyo, siguió demostrando ser uno de los comandantes más capaces de Sila, quien después de hacerse con el control de la península itálica, lo colocó en una posición favorable. De vuelta en Roma, Craso tuvo la inusual distinción de casarse con Tertia, la viuda de su hermano fallecido, con quien tendría dos hijos. A uno de ellos le compartió su propio nombre y al otro le puso el de su fallecido padre, Publio Licinio Craso.
Su buen ojo para los negocios
La siguiente preocupación de Craso era la de reconstruir la fortuna perdida de su familia, que había sido confiscada durante las proscripciones marianas y mianas. Cuando se le empezó a subastar las propiedades de sus rivales fallecidos y demás enemigos derrotados, Craso no dudó en adquirir varias de esas propiedades de alta calidad. Además, se hizo con muchas riquezas confiscadas en forma de oro y plata, y una gran cantidad de esclavos. Rápidamente, se había vuelto más rico de lo que era antes del conflicto. Sin embargo, esa amplia riqueza no detuvo a Craso, quien ya se estaba labrando fama de codicioso. El noble romano también se encargó de darle educación a la mayor parte de los esclavos que había adquirido recientemente. Ahora, sus más de 500 esclavos cumplían varios roles. Algunos eran secretarios, otros orfebres, otros más mayordomos, etc. Unos resultaron ser arquitectos y albañiles capaces de reparar y reconstruir propiedades dañadas con pocos gastos. Esto último le vino de maravilla a Craso, quien, viendo el panorama en el que se encontraba Roma en ese momento, formuló una estrategia brillante para aún más fortuna. Esta maniobra consistía en adquirir propiedades baratas para remodelarlas y especular con el costo, aprovechando la situación social del momento. Poco después de las guerras sociales, empezó a haber una mayor afluencia de inmigrantes hacia la capital y la necesidad de alojamiento se hizo muy evidente. Por lo que el levantamiento masivo de edificios de alquiler colectivos, conocidos como insulares, nació como una solución barata para este nuevo problema. La forma rápida y barata de construcción de los insulares los hacían muy propensos al colapso y la frecuente adición de un segundo piso hecho completamente de madera hizo que fueran extremadamente susceptibles a los incendios, algo muy común en Roma. Los ciudadanos romanos tenían una mala opinión acerca de la construcción de este tipo de edificios, pero al mismo tiempo muchos no tenían más opción que depender de ellos. Por esta mala imagen, la gran mayoría de los políticos de alto perfil evitaban activamente la práctica de adquirir esos edificios, para así no dañar su nombre entre los ciudadanos. Esto solo hacía que Craso tuviera muchos menos competidores. En los incendios de menor a mayor escala, que eran un suceso casi diario en Roma, Craso aprovechó ese hecho para crear su propia brigada de bomberos. Al primer grito de alarma de incendio, los bomberos de Craso se apresuraban a llegar al edificio afectado, pero al llegar al lugar, solo se quedaban expectantes, mientras Craso entraba en escena y se ofrecía a comprar el edificio a quien fuese el propietario, a un precio bastante miserable. Precio que disminuía mientras más tiempo pasara el dueño negándose a vender. Los hombres de Craso solo apagarían el fuego si el dueño accedía voluntariamente a vender la propiedad. Si el propietario se negaba, simplemente dejaba que la estructura se quemara hasta los cimientos para que al final, nuevamente, Graso le hiciera una oferta incluso más baja por el ahora terreno en ruinas. Con esto, Graso estaba demostrando que tenía pocos escrúpulos a la hora de sacar provecho de la desgracia ajena. Craso se mantuvo muy atento a los incendios que periódicamente fueron destruyendo secciones enteras, especialmente de las zonas más populares de la ciudad, donde los insulares casi siempre se encontraban apilados entre sí. De hecho, cuando un bloque se incendiaba, no era raro que varios de los propietarios de los edificios adyacentes vendieran sus propiedades por miedo a un colapso. Era de esperar que Craso se abalanzara sobre estas ofertas como un león sobre una presa fácil. Después de comprar muchas propiedades de esta manera, Craso hacía que sus esclavos las reconstruyeran, para luego venderlas o alquilarlas a un mejor precio, ya sea a sus propietarios originales o a nuevos inquilinos. Según el historiador Plutarco, la mayor parte de Roma, en un momento u otro, llegó a las manos de Craso.
Un aristócrata y con buena oratoria
Marco Licinio se había convertido también en un excelente orador, ya que por años había estado perfeccionando esta habilidad vital para todo político a través de sus muchos casos judiciales y su entusiasmo por la filosofía. Se había convertido en alguien con una capacidad de debate envidiable. Hasta el propio Cicerón admitiría que no le gustaría entrar en un debate acalorado con Graso. Marco Licinio se había convertido en un relevante aristócrata, general y ahora político en los últimos tiempos de la era republicana de Roma. Posiblemente, al ser el romano más rico de su época, muchos hombres ya se habrían sentido satisfechos. Pero Craso quería mucho más y no se detendría hasta lograr sus ambiciones.
La revuelta de Espartaco
Graso fue finalmente nombrado pretor en el 73 antes de Cristo y ya en principios de los años 70, fue elegido para sofocar la revuelta de esclavos liderada por el gladiador Espartaco. Marco Licinio estaba consciente de que solo había sido elegido para la tarea porque Pompeyo y sus fuerzas estaban ocupados en Hispalia. Esta revuelta había provocado una grave crisis política en la región, debido a que los senadores al principio le habían restado importancia y el conflicto escaló a niveles que nunca imaginaron. En ese punto, el ejército de esclavos ahora rondaba los 120 mil hombres y había logrado derrotar en campo abierto a legiones romanas entrenadas. La revuelta se había convertido en una seria amenaza para la supervivencia del estilo de vida romano y Graso estaba dispuesto a aprovechar esta oportunidad para obtener gloria, mostrar su fuerza militar y ganar aún más prestigio entre el pueblo romano. En el año 71 antes de Cristo, los rebeldes de Espartaco se encontraban devastando la campiña en el sur de Italia. Tras marchar con sus legiones a la zona en un intento de arrinconar a Espartaco, estando cara a cara con el ejército de esclavos, Graso le ordenó a su legado, Murcio, vigilar al enemigo sin atacar hasta que recibiera la orden. Pero el lugarteniente hizo caso omiso de los dictámenes de su pretor y con las dos legiones que tenía a su mando, Murcio decidió lanzar por su cuenta una ofensiva contra los aparentemente desorganizados rebeldes. El resultado fue un desastre para los romanos, ya que fueron derrotados fácilmente. Muchos legionarios abandonaron aterrados el campo de batalla y dejaron atrás sus armaduras y armas. Como respuesta a este acto de cobardía, Graso decidió emplear el arcaico castigo de la decimación. Uno de cada diez legionarios fue asesinado de manera forzada por sus propios compañeros, todo esto a la vista del resto del ejército. El espíritu de lucha de las tropas mejoró drásticamente a partir de ese entonces, ya que ahora representaba un peligro mucho más cruel y sádico para los propios legionarios que el enemigo al que se enfrentaban. Murcio, por otro lado, fue despojado de su rango y mando y enviado de regreso a Roma, donde el Senado decidió castigar su desobediencia con el exilio. En abril de ese mismo año, Graso se reencontró con Espartaco en Lucania y finalmente derrotó al ejército de esclavos rebeldes. Aunque nunca se logró dar con el cuerpo del ex gladiador, se presume que este murió en batalla. La victoria no fue del todo completa, ya que al menos cinco mil esclavos habían logrado escapar y se dirigían hacia Gaul. Los seis mil que Graso logró capturar fueron inmediatamente crucificados a lo largo de la Vía Apia, como una lección y advertencia para cualquier esclavo que pudiera pensar en rebelarse contra Roma en el futuro. Sin embargo, algo del prestigio por reprimir la rebelión de esclavos también lo reclamó su gran rival, Pompeyo. Pompeyo y sus tropas masacraron a los rebeldes que intentaron huir y los supervivientes restantes también fueron crucificados. Si bien Craso terminó con la revuelta, fue Pompeyo quien le puso verdadero fin. Hecho los senadores le atribuyeron el mérito de victoria a Pompeyo y en reconocimiento a este y a sus otros éxitos militares recientes recibió otro triunfo. Craso, en cambio, recibió uno mucho más modesto.
El poder de la política y el trágico final
Marco Licinio Craso continuó moviéndose en la política romana. Muchas veces hizo de patrón de hombres más jóvenes a quienes veía con potencial. Entre ellos estaba Julio César, cuyas deudas fueron pagadas por Craso en el 62 antes de Cristo. Fue César quien persuadió a Craso de resolver sus diferencias con Pompeyo, para que entre los tres formaran una alianza abierta que sería conocida como el Primer Triunvirato. En el año 60 antes de Cristo, los tres hombres más influyentes de Roma prácticamente dirigían la República. El poder militar de Pompeyo, el ingenio de César y la riqueza de Craso parecían ser la alianza perfecta. Esta alianza no era ilegal como tal, pero sí implicaba que los involucrados no tenían respeto por las instituciones republicanas, algo que fue denunciado por Catón. Así, Craso y Pompeyo volverían a ser cónsules. El consulado en Roma solía ir acompañado por la gobernación de alguna de las provincias extranjeras. De ser así, Craso gobernaría por cinco años Siria, mientras que Pompeyo haría lo mismo en Hispania. A su vez, se haría una renovación del mando que ya César tenía como gobernador en la Galia, lo que le dio a César la oportunidad que buscaba de ampliar su ejército. Todo salió de acuerdo con el plan y Craso se fue a Siria en el 55 antes de Cristo. El desastre de Partia y el final de Craso. Craso, ahora con 60 años, seguía siendo la gloria militar que envidiaban sus compañeros de alianza, César y Pompeyo. Así, fijó su mirada en Partia, pues veía en aquella región una forma de ganar gloria de manera rápida. Sin embargo, Craso cometió varios errores garrafales de su campaña militar contra los partos. Uno de esos errores fue no escuchar a sus consejeros sobre la capacidad militar del enemigo y hacer avanzar a su ejército por el desierto. Una decisión que dejó a sus 43 mil hombres cansados y desnutridos. En la primera batalla, la infantería romana descubrió que no era rival para el aluvión de flechas disparadas por los jinetes arqueros partos. El hijo de Craso, Publio, murió en batalla y el mismo Craso fue capturado vivo, para luego ser asesinado vertiéndole oro fundido en la garganta, un inhumano símbolo de su insaciable sed de riqueza. Con la eliminación de Craso, el juego político para controlar Roma se rompió. El delicado equilibrio de poder que tenía el triunvirato llevó a Pompeyo y César a la guerra civil. Esto sentaría las bases para una reforma completa de la política romana y, en última instancia, abriría las puertas a la era imperial.
Tabla de resumen del artículo
Nombre | Marco Licinio Craso |
---|---|
Año de nacimiento | 115 a.C. |
Fortuna | Considerado uno de los hombres más ricos de la historia |
Éxito militar | Apoyo a Julio César y victoria contra Espartaco |
Actividades políticas | Pretor, cónsul y parte del Primer Triunvirato |
Caída y muerte | Derrota en Partia y ejecución por los partos |
Preguntas frecuentes
1. ¿Cuál fue la fortuna de Marco Licinio Craso?
Inmensa, se le considera uno de los hombres más ricos de la historia.
2. ¿Por qué Craso apoyó a Julio César?
Por sus aspiraciones políticas y la promesa de un beneficio mutuo.
3. ¿Cómo murió Craso?
Fue capturado por los partos y ejecutado con oro fundido en su garganta.
4. ¿Cuál fue la importancia de Craso en la política romana?
Formó parte del Primer Triunvirato y fue una figura influyente en la República Romana.
5. ¿Cuál fue el legado de Craso en la historia de Roma?
Su muerte marcó el inicio de la guerra civil entre Pompeyo y Julio César, lo que llevó a la caída de la República y el surgimiento del Imperio.
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¡Hola! Soy Javier L., un apasionado de la historia que ha encontrado en la escritura una vía para compartir y explorar los rincones más fascinantes de nuestro pasado. Cuando no estoy sumergido en algún libro o documento histórico, me encuentras plasmando mis descubrimientos y reflexiones en este blog. Creo firmemente que la historia no solo es una serie de fechas y eventos, sino un rico conjunto de historias y lecciones que aún resuenan hoy. ¡Espero que disfrutes leyendo tanto como yo disfruto escribiendo! Un saludo y gracias por acompañarme en esta travesía por el tiempo.
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